De pequeña frente a un calendario pregunté: "En diciembre, el 31, ¿se acabará el mundo?". Todos se rieron, yo no sabía por qué. "Algo más”, oí, “nos queda un poco más".
No me convenció y fui hasta el reloj de la pared. Si no le doy cuerda, entiendo, lograré parar el tiempo. Se lo comenté a mi hermano y, él mirándome, "¿para qué?" me dijo, "¿para qué?".
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